Una legión de locos y alucinados
Todavía no se nos ha pasado del todo el colocón que nos pillamos con aquel primer porro de hace dos mensajes que nos encontramos, como quien dice, entre las páginas plegadas de La Vanguardia del 17 de junio de 1953, y resulta que no sé trataba más que de un pequeño faldón publicitario previo a este otro anuncio, aparecido en el mismo diario cuatro días después, de la película Marihuana (1950) del cineasta argentino, y español de adopción, León Klimovsky. Un prolífico director de oficio y ex dentista, por cierto, que comenzó su carrera cinematográfica a orillas del Plata con una adaptación a la pantalla grande de El jugador de Dostoievsky (1948) y un par de cintas a mayor gloria póstuma de Carlos Gardel (Se llamaba Carlos Gardel y La guitarra de Gardel, ambas de 1949), para cruzar poco después el charco y caer en los brazos de la Madre Patria, donde desarrolló con plenitud su profesión hasta el fin de sus días, aunque la verdad es que sin mucho aprecio crítico. Lo recordarán, los que lo recuerden, como director de una singular saga de películas de terror protagonizadas por Paul Naschy, o tal vez por su célebre serie La barraca (1979) para Televisión Española.
Klimovsky llegó a España, apadrinado por Florián Rey, trayéndose bajo el brazo un paquete de películas de corte psicológico, o lo que el gusto de la época entendía por tal, como Suburbio (1951), El túnel (1952) –sí, claro, el de Sábato– o la cinta que hoy nos ocupa, Marihuana (1950). Y aunque se incorporó rápidamente a la industria cinematográfica nacional, o precisamente por eso, estos filmes tuvieron su oportuno recorrido en las pantallas españolas.
Y ustedes nos dirán: Ya, pero ¿qué es Marihuana? Pues qué va a ser, una legión de locos y alucinados. Y una tragedia para el hombre que penetra en su mundo. Aunque sea con la intención de descubrir la mano homicida que mató a la mujer que más amaba. En otras palabras, que no la hemos visto. Ya quisiéramos, pero lo único que les podemos ofrecer de momento es este increíble trabajo gráfico sobre el tema de autoría indescifrable que, por otra parte, no es moco de pavo.
Ah, y para completar el programa, corazones en llamas. Es lo que tiene la droga, ya estaban avisados.
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