Informe de actuaciones:

En Madrid, a 10 julio 2006

Boots of Spanish Leather


El Santo Padre no es el único que nos visita estos días de calor insoportable, también nos honra Bob Dylan, que es más importante. Por eso, no está de más que, desde la parte que nos toca en Regiones Devastadas, aprovechemos para revisar cómo estaba lo de Dylan por aquí en 1967, por ejemplo, que no es mal año para sondear el asunto. Para ello, nada mejor que acudir a la notable sección musical del diario Madrid, que el 13 de abril de aquel año inauguraba un espacio destinado a atender la abrumadora cantidad de correspondencia juvenil con que había sido recibida su aparición. Reproducimos aquí las dos primeras cartas de los lectores seleccionadas para estrenar este apartado. Las dos tienen su enjundia, la verdad.

La primera es de un primigenio y aplicado melómano de corte folkie alternativo (un espécimen que no nos resulta nada ajeno hoy día, por cierto) que se afana (y ufana) en desentrañar la verdad de nuestras casas grabadoras. Alarmado ante la decisión de la casa discográfica de no publicar más discos de Bob Dylan en España, debido a la escasa aceptación recogida por el bardo entre nuestros jóvenes, nuestro informado amigo (que aparte de fan de Zimmy, lo es también de Judy Collins, Tim Buckley o Simon & Garfunkel) se esfuerza en explicar el entonces inédito concepto de sello indie y el espíritu que ha de animarle más allá de las ventas obtenidas, en espera de que esa actitud se haga realidad algún día en nuestro país.

En la segunda misiva, Maribel, una adolescente de dieciséis años residente en la calle Bonetillo y admiradora de Rita Pavone, Adamo, Tom Jones, los Sirex o Dusty Springfelos (sic), reprocha a los medios de promoción y difusión musical la escasa atención prestada a un compositor de la indudable talla de Manolo Díaz, incidiendo ya de forma bastante certera en la turbia y tramposa gestión que desde siempre ha caracterizado a la SGAE. Los dos remitentes se llevan un vale que les dará derecho a cinco discos cada uno –a elegir por los propios interesados– de la firma Belter. Un premio merecido, qué duda cabe, porque las dos son cartas sabias. Aunque a nosotros nos gusta un poco más la segunda, que va más al grano.

Fin de la discusión.




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