Mantequilla de cacahuete
La mantequilla de cacahuete y los marshmallows son dos productos alimenticios cuanto menos curiosos. Evocadores iconos del eterno verano indio versión USA, ambos han arraigado en nuestro colonizado inconsciente colectivo sin necesidad de pasar también por nuestro paladar. Porque ya me dirán ustedes si conocen a nadie en su sano juicio que, por mucho que le guste Schulz, meriende bocadillos de mantequilla de cacahuete o pinche nubes en palitos para quemarlas sobre una fogata. De hecho, los marshmallows sólo están ricos crudos –aunque dudo que ni siquiera una violación supere la sensación de suciedad interna que produce la ingesta de una bolsa entera–, y la mantequilla de cacahuete es un engrudo indigerible y ultracalórico (los yanquis más bravos la untan sobre sus gruesos steaks) con sabor a magma primigenio tostado –un viejo sabor que a todos gusta– que el mayor placer que te puede proporcionar, a una mala, es un cuadro severo de anafilaxia (ver foto). Sin embargo, ésta última nos la intentaron colar en su día bajo el chunguísimo nombre de Maniteca –que el sabio corrector automático de Word corrige sabia y automáticamente por "manteca"–, ilustrada además con unos dibujos de fifties kids ataviados con aperos deportivos inéditos para la chavalada española de 1960. Y no cuajó, claro. Buen intento.
3 Apostilla(s):
Es que ni en 1960 ni en el 2006 cuela, existiendo la sobrasada e incluso la zurrapa.
Pues a mí me gusta (un poco, como entretenimiento, que es como deben comerse estas cosas), y a Karpov también, que eso lo he vivido yo.
Estando yo de paso por mi verano indio personal en USA, recordé un capítulo de Bill Cosby al abrir la nevera y ver la pinat bárar: la merienda favorita de Theo (Cío) Huxtable (Jástebol), el sandwich de mantequilla de cacahuete con mermelada de fresa. Muy teen. Muy calórico. Muy U.S.A. Me hice uno inmediatamente, estaba cojonudo.
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