Informe de actuaciones:

En Madrid, a 22 octubre 2006

LOS BEATLES. Capítulo 5:
The Beetles. Tute de efebos


Hay que ver cómo pasa el tiempo en Regiones Devastadas. Nos despistamos unos días con la actualidad y resulta que, de principios de julio, ya nos hemos puesto en septiembre (de 1964, claro). Hombre, todavía nos acordamos de que hay por ahí un combo de yeyés melenudos pertenecientes a la llamada “nueva ola” –que debe de ser algo así como un huracán epidérmico de la soplaepilepsia adolescente– revolucionando al mundo, sí, pero eso a quién le importa en esta hora nuestra de nuestra nueva España imperial y de sus 25 años de paz. Como para acordarse de sus caras, cuanto menos de cómo se escribía su nombre en la lengua esa del demonio: creo que “beetles”, que en inglés quiere decir “escarabajos”.

Raros y peludos ejemplares de escarabajos humanos desconocidos en épocas anteriores: el rítmico “beetle”, de tierno flequillo a la moda “garçon” de las nenas charlestonescas de los años veinte, dulce sonrisa juvenil y frenético dinamismo salvaje. Son éstos los grandes productores de escándalos que hoy conmueven a la deshumanizada y pintoresca Humanidad del día, cuatro veinteañeros: Víctor Gray, David Hieronymus, Tom Condra y Bill Ande. Los que pasado mañana, si Dios quiere, en vuelo directo desde Nueva York, llegarán a Madrid en alas de la Iberia para realizar una actuación el día 12 en la plaza de toros de Barcelona, otras en Palma de Mallorca y París y quizá después otra en el coso taurino de las Ventas, en la capital de España. No son gente para teatros, porque sus precios están reñidos con los aforos normales y necesitan, como el Cordobés, del numerario de la extensa multitud.

A España los trae la Empresa José Vaquero, un hombre inquieto que anda siempre de la Ceca a la Meca, llevando y trayendo de un lado a otro explosivos artísticos (¿?). Y todo para saciar la avidez de espectáculos espectaculares que padece el mundo. Un hombre que ya tomó buena nota en América Latina de los alborotos de los que la prensa local venía haciéndose eco. Por ejemplo, el último tumulto registrado por estas inocentes criaturas tuvo lugar en Río de Janeiro. Toda la policía de la ciudad (¡más 300 soldados!) tuvo que ser puesta en juego para contener los aluviones de la apasionada expectación desbordada para verlos. Allí actuaron ante 10.000 personas. Gracias a los “beetles”, los archivos judiciales guardarán buena documentación para que el historiador futuro pueda obtener las más luminosas conclusiones sobre la puerilidad ambiente de la extraordinaria era atómica.

Entre los millares de anécdotas que circulan sobre este tute de efebos musicales, se cuenta que un sesudo juez norteamericano comentó un buen día:

¡Pobres chicos!
Pobres, ¿por qué? ¡Son millonarios!
¡Tienen una mirada triste!
¿Y son pobres por eso?
Algo hay en el mundo que no anda bien...

En fin, la noticia, sin comentarios, está en que los “Beetles” llegan a Madrid, de paso para Barcelona, pasado mañana, a las diez de la mañana, y que, si nos es posible en Regiones Devastadas, los entrevistaremos a solas, porque tampoco sería moco de pavo el conocer qué piensan ellos sinceramente de este fenómeno que producen.

Andábamos trasteando, esta vez, en el Madrid del 7 de septiembre de 1964.

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Fin de la discusión.




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