El anuncio de Freixenet
No podía faltar. Es el pistoletazo de todas las navidades. Lo único inmutable. De hecho, sería menos estresante que alguien apuntase sobre tu sien con una Luger. A partir de ahora sólo cabe la esperanza de que la bala tenga una trayectoria de entrada y de salida lo más limpia posible, y que no afecte directamente a órganos vitales (corazón e hígado son los que más peligran en estas fechas). O, por lo menos, que duela poco. Que pase rápido. Y que, si hay que morir, tenga el destino en gracia no concedernos conocer el año nuevo (ya que vinimos al mundo, yo y todos estos demonios que me acompañan, un 31 de diciembre, nos parece cósmicamente lo más justo). Porque a la era actual de la desintegración del átomo y de la bomba H, seguirá la era de las conquistas interplanetarias, y después el fin del mundo (que coincidirá con algunas navidades futuras). Y puesto que nos va a tocar presenciarlo en directo, qué menos que disfrutarlo con salud y poder brindar por ello, entre lanzaderas de salvamento hacia ilusorios acomodos estelares, con la calidad imperturbable de Freixenet, el más fino y de mejor paladar de los espumosos españoles.
La Vanguardia, tal día como hoy de 1950.
2 Apostilla(s):
No viene en absoluto al caso, pero me veo en la obligación de mostrarte esto, www.triunfodigital.com, por si no lo conoces. Que fino trabajo de escaneo y que caja de tesoros virtuales de toda índole. Y te mando un beso.
¡Qué maravilla! Tengo que estudiármelo tranquilamente, pero ya se ve que eso tiene que ser un auténtico cofre de las sorpresas... ¡Estás a todas!
Besos,
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