El genio en vaso de caña
Nos pierden la ganas de dignificar, ventilador mediante, nuestro humilde verano capitalino hablándoles de las diversas apreciaciones sobre la naturaleza humana que vamos recabando entre terrazas estivales, raciones de croquetas (delicious spanish snacks, como pone en los bares de guiris) y visitas al parque de atracciones de la Casa de Campo, pero trataremos de ceñirnos a nuestro tema de hoy y no caer en la condición de “opinadores vocacionales de todo” que tanto nos repatea. Aunque, por otra parte, también es cierto que está en nuestra particular idiosincrasia el confundir constantemente actualidad con historia y no saber nunca dónde se halla exactamente la frontera entre lo público y lo privado. Por eso, y con estos calores, nos parece de lo más oportuno traer esta vez a nuestro territorio simbólico un elemento tan discreto en sí mismo, tan perfecto en su diseño y funcionalidad, y tan presente a la vez en nuestra cotidianeidad como es el que hoy nos ocupa: el vaso de caña.
El madrileño vaso de caña, una unidad de medida justa y cercana, que lo mismo sirve para contener un par de tragos largos de cerveza fría que un reconfortante café con leche en vaso alto, un mosto para el chiquillo o un dinámico bitter. O, en el caso concreto que nos ocupa, un señor. Un señor pequeñito, con voz de chiquiprecio, tal vez. Un señor simpático, dispuesto, dicharachero, aseado. Cada cosa en su sitio... y a este señor te lo sirven en un vaso de bíter Cinzano. Chispeante como un vermú. Deliciosamente amargo. Lo que se dice un vivo. Dispuesto a saltar el vidrio rayado por el friegaplatos y jugar con las pertinentes aceitunas que para él son como melones gigantes rellenos de anchoa gigante, y además ofrecerte una ocurrente conversación sobre cine mientras tanto. Y dispuesto también a concederte tres deseos, si se da el caso. Como un pequeño geniecillo en vaso de caña.
Y nosotros, embelesados por los donosos desarrollos del señor pequeñito sobre la barra de níquel, y un poco aturdidos ya por el consumo inmoderado de cañas matutinas, apenas acertamos a tararear aquella canción de Astrud, la de Hay un hombre en España que lo hace todo. Y por fin le ponemos cara. En todas y cada una de las condiciones que enumera la canción, y en todas nos encaja bien.
Ya, 15 de junio del 60.
3 Apostilla(s):
jajaja, si que se le ve en su salsa al mini-señor.Parece que continúas con tu habitual fijación por las cosas de tamaño reducido,ya sean animales, chicas o muñecos de gomaespuma.
Hombre, Botibol, las chicas no son cosas.
Ni los animales tampoco.Para corregir el desliz linguístico basta con cambiar el sustantivo femenino plural "cosas" por el masculino plural "seres", que se aplica en los tres casos. A no ser que tengas algo en contra de otorgarle la cualidad de ser a los chiquiprecios, lo que me extrañaría, sabiendo la afición que le tienes a estos simpáticos bichitos.
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