Informe de actuaciones:

En Madrid, a 05 agosto 2006

Juego de niños malditos


Como la banda debía tener un nombre, una especie de matrícula del crimen, y uno se llamaba Jean Claude, el otro Jacques y el tercero Jean Paul, decidieron llamarla “Los tres J”. Jota, jota y jota. Uno, veinte años; el otro, dieciocho, y el último, dieciséis. Los tres hijos de respetables familias de Angers, los tres capaces de fabricarse una doble vida entre las sombras del crimen. Todo como un juego. Un juego de niños malditos. Un juego de adolescentes asesinos por robar una cartera, una cartera que contenía tres mil francos. Por tres mil francos, un hombre muerto. Un hombre no, Mesié Bonamy. El señor Buen Amigo.

Exactamente igual que hace unos meses Sermous y Vivier, los asesinos del parque de Saint Cloud, mataban por robar un coche que abandonarían al día siguiente. Sermous y Vivier tenían alrededor de los veinte años. La Audiencia de París acaba de condenar a muerte a Jacques Fesch, un adolescente homicida en su fuga acosada. Monteverdi, otro joven asesino, recibió su castigo no hace medio año. Todo un censo de muchachos con situaciones sociales diferentes. Todos ellos criminales por el mero gusto del crimen. Doblemente terribles. Por un botín de sesenta duros.

Los chicos buscan dinero. Para presumir de hombres en los bares canallas. Los bares canallas de Pigalle. Parapetada tras la relativa garantía que representa carecer de antecedentes penales, la nueva clientela del crimen tiembla durante sus asaltos y en semejante excitación el gatillo salta fácilmente. Y es cierto que la orfandad, la literatura negra o el cine influyen sobre ciertas criaturas, pero es la vida moderna en bloque la que los arrastra, disolviéndose en sus venas como un licor.

La falta de taxis también hace mucho. Porque si un muchacho tiene que ir andando desde Saint Germain hasta el distrito XVI, sabe que le aguardan dos horas de paseo. Y entonces la pandilla que perdió el último metro roba un coche. Un coche que abandonar después de utilizado. Pero el sistema es fácil y confiere una especie de bachillerato del crimen. Del coche robado se pasa al robo a secas. Y un día, como les pasó a “Los tres J”, el crimen corona la marcha hacia el horror. Es un encadenamiento de complacencias. Una pendiente fatal donde los débiles quieren conquistar por medios ilícitos el poder extraordinario de tener una metralleta apuntada sobre veinte personas aterradas. La plaga más dolorosa que pueda afectar a un país.

Informaciones, 21 de mayo de 1957.

1 Apostilla(s):

Anonymous Anónimo dice...

Leyendo el artículo no he podido evitar acordarme de esa peli de Godard tan molona sobre unos delincuentes adolescentes "la bande apart".

07 agosto, 2006  

Publicar un comentario

<< Váyase por donde ha venido.

Fin de la discusión.




Creative Commons License