Informe de actuaciones:

En Madrid, a 29 septiembre 2006

¿Para qué sirve el futuro?


Para hacer robots futbolistas, seguro.

Informaciones, 28 de julio de 1955.

En Madrid, a 28 septiembre 2006

Perder la cabeza


Ante una nota de prensa tan discreta que parece querer contener la risa, y al mismo tiempo tan precisa y descriptiva, uno no se atreve a añadir mucho más. De cualquier modo, desconocemos si fue una comprobación rutinaria, las ganas de escudriñar el punto exacto del itinerario en la vía o el simple deseo voluptuoso de sentir el viento frío en la cara, pero el caso es que, entrada ya la madrugada, el maquinista del expreso Bilbao-Madrid, Federico del Olmo Sotelo, natural de Pancorbo y con residencia en Miranda de Ebro, sacó la cabeza fuera de la locomotora, miró primero hacia la trasera del convoy, miró después hacia delante y se estampó la jeta contra la entrada de un túnel. Allí se quedó su cabeza. El resto del cuerpo fue depositado en la estación de Quintanapalla, a la salida del citado túnel, prosiguiendo seguidamente el tren hacia su destino.

Informaciones, 2 de octubre de 1956.

En Madrid, a 21 septiembre 2006

A la carrera


“¡Tengo una carrera!” –dijo una chica.
“¡Yo tengo seis!” –exclamó otra.
Y una tercera– “Pues yo, ¡ocho!”

No, no se trata de una entrevista de trabajo. Esto no tiene nada que ver con la furibunda competencia laboral con la que se sacan los ojos las chicas de hoy en día. ¡Esto es una epidemia! Una misteriosa epidemia, afortunadamente incruenta, pero que ha provocado una auténtica ola de pánico entre las mujeres de Chicago, que ven horrorizadas cómo se corren expeditamente los puntos de sus medias de nylon, sin que se haya podido encontrar hasta ahora el remedio oportuno. Casos ha habido en que en pocos minutos una media tenía hasta diecisiete carreras.

Las medias han sido examinadas por científicos, haciendo uso de microscopios, para tratar de descubrir la enfermedad, pero todos los esfuerzos de la ciencia han sido infructuosos. Entre las varias explicaciones que se dan del fenómeno, la más probable es que en las oficinas y talleres penetren gases sulfúricos. O de otra clase.

Arriba, 7 de abril de 1956.

En Madrid, a 14 septiembre 2006

Mantequilla de cacahuete


La mantequilla de cacahuete y los marshmallows son dos productos alimenticios cuanto menos curiosos. Evocadores iconos del eterno verano indio versión USA, ambos han arraigado en nuestro colonizado inconsciente colectivo sin necesidad de pasar también por nuestro paladar. Porque ya me dirán ustedes si conocen a nadie en su sano juicio que, por mucho que le guste Schulz, meriende bocadillos de mantequilla de cacahuete o pinche nubes en palitos para quemarlas sobre una fogata. De hecho, los marshmallows sólo están ricos crudos –aunque dudo que ni siquiera una violación supere la sensación de suciedad interna que produce la ingesta de una bolsa entera–, y la mantequilla de cacahuete es un engrudo indigerible y ultracalórico (los yanquis más bravos la untan sobre sus gruesos steaks) con sabor a magma primigenio tostado –un viejo sabor que a todos gusta– que el mayor placer que te puede proporcionar, a una mala, es un cuadro severo de anafilaxia (ver foto). Sin embargo, ésta última nos la intentaron colar en su día bajo el chunguísimo nombre de Maniteca –que el sabio corrector automático de Word corrige sabia y automáticamente por "manteca"–, ilustrada además con unos dibujos de fifties kids ataviados con aperos deportivos inéditos para la chavalada española de 1960. Y no cuajó, claro. Buen intento.

En Madrid, a 13 septiembre 2006

A la droga por amor


En la droga se puede caer por múltiples causas y motivos, y entre ellos el amor no es el más infrecuente precisamente. A la droga por amor. Por amor y por didáctico empirismo, como le pasó a esta joven pareja, Madeleine y Harry, cuya aleccionadora historia bien merece ser rescatada esta noche para su disfrute y reflexión.

Madeleine se había entregado a las drogas después de un tratamiento a base de estupefacientes y el pobre Harry estaba desolado, claro, porque veía que su querida esposa no tenía la suficiente fuerza de voluntad para salir del vicio. Estudió entonces Harry un plan para que Madeleine comprendiera que no había nada más que proponerse el abandono del vicio para conseguirlo, y no dudó en fumar drogas para, tras una temporada, poder decirle a su mujer: “¿Ves? Ahora, cuando ya estoy igual que tú, me voy a curar”. Esto lo dijo muy pronto. Ahora Harry no tenía tenacidad para aquella lucha emprendida por amor a su mujer. Los dos se hallaban ya en igualdad de condiciones. Y, al cabo, en el talego.

Junto a ellos, conozcan al chino Yan Thu, regente de un fumadero de opio cerca de la estación de Lyon; a esa simpática pandilla, formada por tres músicos, una extra de cine y una especialista del strip-tease, que fueron descubiertos fumando heroína en una sala de fiestas; a Touta, una egipcia drogada en extremo último que les proporcionaba el tema; a las dos hermanas cuarentonas de Clichy que se drogaban continuamente en la calle, en un estado tal de desfallecimiento que apenas podían moverse, sin pelo y sin dientes. Y comprueben de paso que el doping deportivo era también un tema mediático hace cuarenta años, así como el doping estudiantil, práctica de capa caída hoy en día pero absolutamente cotidiana y asimilada en los sesenta; o cómo ya entonces era un recurso extendido el tener una plantación doméstica de marihuana en el patio de casa, justificada con la cantinela de que son simples matas decorativas; o qué tiene que ver el turismo extranjero con la propagación del vicio pertinaz de los toxicómanos.

Y todo para nada, porque, de todas formas, otra vez volverán a las andadas en cuanto puedan. Tienen ustedes el vicio ya muy arraigado.


Diario Madrid, 15 de agosto de 1964.

En Madrid, a 11 septiembre 2006

Lo que llegó del cielo


Estaba en la huerta de sus padres el vecino don Ángel Ruiz Millás cuando advirtió que una enorme ave se posaba sobre uno de los árboles frutales que allí existen. Requirió entonces la ayuda de dos peones, a fin de que provocaran el vuelo del pajarraco, mientras él, armado de una escopeta, se disponía a darle muerte. Efectivamente, al intentar volar el ave, que resultó ser un buitre gigante, el señor Ruiz Millás hizo el primer disparo, viéndose acometido por el animal, lo que motivó le disparase a cinco metros de distancia el segundo cartucho. Inició entonces el pájaro, mortalmente herido, un descenso hacia tierra, no sin derribar al arrastrarse a los dos peones que acudieron para apresarlo. Como todavía daba señales de vida, el señor Ruiz Millás le disparó, previo cargar el arma, un tercer cartucho, que definitivamente abatió al buitre. Con el bicharraco aún caliente estampado en medio del huerto y todavía sin haber recuperado el resuello del todo, el señor Ruiz Millás alzó perplejo la vista al cielo despejado. No pensó en Nueva York precisamente –era 1956 en San Fernando de Cádiz–, pero tragó saliva, en cualquier caso.

En Madrid, a 10 septiembre 2006

Cubismo pop


Podría ser un trabajo gráfico de Javier Aramburu para la disquera Siesta, ilustrando el Soidemersol de La Buena Vida, pero es una publicidad de la agencia Azor para Veterano de Osborne. Del 59. A toda página.

En Madrid, a 09 septiembre 2006

Brillantina Kabul


Antes aún que la gomina Patrico, allá por 1960, fue la brillantina Kabul.

En Madrid, a 08 septiembre 2006

Gagarin en Calabuch


La Mostra de Venecia acaba de conceder a David Lynch el León Alado de Oro de San Marcos por toda su trayectoria cinematográfica. En Regiones Devastadas lo celebramos y queremos significarlo a nuestro modo. Para ello, no se nos ocurre nada mejor que recordar que hace exactamente medio siglo fue Calabuch, la película de Luis García Berlanga, otro director genial, la que puso en pie a público y crítica en esa misma Mostra. En primicia diacrónica nos lo cuenta esta crónica, tomada de la portada del diario Arriba del 5 de septiembre de 1956, en la que no sólo comprobarán la alabanciosa acogida que obtuvo la película en la prensa italiana, sino que además podrán disfrutar, de paso, con esa simpática intriga entre los agentes franquistas de paisano que controlaban los movimientos del director español en el festival y los agentes soviéticos que vigilaban a los delegados rusos. La filiación ideológica de Berlanga queda justificada de cara a los lectores españoles, en una pícara trampa retórica, con el recuerdo de su enrolamiento juvenil en la División Azul. Irónico, si tenemos en cuenta que lo hizo para salvar el pellejo a su padre, político republicano entalegado.

En Madrid, a 03 septiembre 2006

El buey suelto bien se lame


Jerusalén. La señora Leah Samuel, de Bitha, localidad de la región de Negeb, acudió a la policía para informar sobre la desaparición de su esposo, Monahem, que salió de su casa hace cinco meses y aún no ha regresado.

–“Pero, señora ¿por qué no acudió usted a nosotros cuando notó la falta de su marido?” –se atrevió a preguntar uno de los agentes.

Entonces la señora Samuel se acordó una vez más de aquella vieja enseñanza de la Torah: "Si un judío se tienta de hacer algo malo, debe ir a una cuidad donde no se le conozca y hacer el mal allí" (Moed Kattan 17 b). Y pensó que, aun así, ya había pasado demasiado tiempo. No obstante, en su timidez y mirando hacia otro lado, sólo atinó a contestar al policía:

–“Es que hasta hoy no le había echado de menos.”


Ya, 7 de febrero de 1959.

Fin de la discusión.




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